Vestido con uniforme de preso color naranja mientras por el cuello se le veía el rastro de una camisa blanca Pablo José Casellas Toro llegó esta mañana esposado de manos y pies para escuchar la sentencia que el juez José Ramírez Lluch dictaría en su contra.
No quería estar presente en esa fría sala 706 del Tribunal de Bayamón. Renunció a su derecho. No quería que nadie lo viera y que las cámaras de televisión se quedaran sin su presencia.
Pero el juez Ramírez Lluch dijo que no a su renuncia.
Entonces entró.
Una fina cadena de eslabones pequeños abrazaba su cintura y se encontraba con las esposas puesta en ambas muñecas. Le apretaban y la muestra fue la marca que quedó en ambas manos del metal justo cuando el alguacil lo liberó de esas cadenas.
Bolsas debajo de los ojos eran el mejor testigo de que sus días en prisión no han sido nada fáciles.
Desde el 22 de enero el hijo menor del juez federal Salvador Casellas Moreno duerme detrás de barrotes luego que un jurado decidiera por mayoría de 11 a 1 que es culpable de asesinar a su esposa y madre de sus hijas Carmen Paredes Cintrón.
Durante el juicio siempre dijo “no tengo comentarios”, pero hoy habló y se dirigió a su familia. Aseguró que es inocente del crimen “de su amada esposa” y criticó a la prensa y a los fiscales por enfocarse y ensañarse con él.
“Ante Dios, ante todos los presentes, ante las cámaras de Puerto Rico, pero sobre todo ante mi señor padre, mis adoradas hijas, mi hermano, mi cuñada, quiero dejar claro que este caso, esta convicción y la sentencia que usted está presto a dictar es una injusticia”, aseguró.
Acto seguido soltó “yo no maté a mi esposa Carmen”.
Sus abogados lo observaban. El país lo miraba también a través de las cámaras. Prosiguió leyendo su escrito.
“La fiscalía y la Policía de Puerto Rico causaron esta injusticia porque desde el primer día se enfocaron en mí, y descartaron todos los posibles sospechosos particularmente a cuatro otras personas que luego del proceso me he enterado tenían la posible motivación y oportunidad de haber matado a Carmen”, añadió.
Y dijo que 18 meses de bombardeo constante de la prensa llevó al jurado a equivocarse en su dictamen.
“Soy inocente. Y me iré a cumplir. A cumplir lo que tenga que cumplir con la conciencia tranquila y mi frente en alto. Solo espero en Dios que algún día él o los verdaderos responsables de la muerte de mi adorada esposa sean llevados a la justicia”, concluyó.
De inmediato, el juez Ramírez Lluch comenzó a dictar su sentencia.
99 años primero por el asesinato en primer grado.
Casellas miraba a su abogado Harry Padilla mientras anotaba y hacía el cómputo de la condena. Luego Ramírez Lluch condenó un año y nueve meses por la destrucción de evidencia y 90 días por la información falsa de la comisión de un delito.
Estas dos condenas serían cumplidas concurrentes con los 99 años.
Justo después vino la condena por violación a la Ley de Armas que ascendió a 10 años de forma consecutiva.
“La sumatoria de todos las penas es de 109 años por todos los cargos. La pena a ser pagada es de $1,000. Se ordena que sea trasladado a una institución hasta que cumpla con la pena”, culminó el juez Ramírez Lluch.
De inmediato Casellas abandonó la sala después de besar a Padilla y saludar a sus demás abogados.
“Seguimos”, le dijo Padilla casi al oído.

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